Como estaba enrolado en la UCD, Arenas estuvo en contra de la autonomía plena de Andalucía, conquistada con el referéndum del 28 de febrero de 1980. Para él y otros significados dirigentes de la derecha, ése no fue su referéndum.
Gracias a los mandatarios de UCD, Arenas encontró plaza en el Ministerio de Cultura. Al tiempo consigue consolidar su plaza. Y, como él mismo reconoce, es funcionario… pero sin hacer oposiciones.
Cuando desapareció UCD, ingresó en el democristiano PDP, de Óscar Alzaga. En las elecciones autonómicas de 1986, la derecha muñó Coalición Popular, integrada por AP, PDP y UL. Arenas acabó en el Grupo Mixto y se convirtió, junto con otros cinco democristianos, en el primer tránsfuga del Parlamento. Después de tocar varias puertas… en 1990 ingresa en el Partido Popular.
En su biografía no aparecen sus tres derrotas en las autonómicas (1994, 1996 y 2008). Oculta estos grandes borrones en su expediente. Será para hacerse pasar por nuevo… cuando no lo es.
Entre el segundo y tercer traspiés electoral, Arenas buscó refugio en Madrid a la sombra de Aznar. Desde allí urdió una estrategia de confrontación con Andalucía como revancha ante sus sucesivos varapalos en las urnas ante los socialistas. Ninguneo a las instituciones autonómicas, discriminación en el reparto de ayudas europeas o asfixia financiera con fondos que nos correspondía por derecho. Nada más llegar, Zapatero pagó los 2.500 millones de euros que nos quitó Aznar, con la complicidad de Arenas.
En su pasado reciente tiene dos hitos memorables: sus mentiras sobre la guerra de Irak y sobre el 11-M. Siempre han caracterizado a Arenas sus argucias dialécticas. En estos dos casos no engañó a nadie.
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